martes, 4 de julio de 2017

ADIÓS AL MUSTAG, EL MEJOR AMIGO DEL MARIHUANERO

El fatídico anuncio de acabar con la tradicional marca de tabaco, hecho por la compañía fabricante, decreta el fin de una era con la que se va un pilar de la tradición fumona local, que supo convertir este cigarro barato en el mejor aliado de tantas y tantas trabas.
El 'mustican', ideal para desvararse cuando no se tienen cueros. 
En estos tiempos turbulentos, las tradiciones se han vuelto tan pasajeras que sus mitos se extinguen a la misma velocidad que se consume un bareto flaco de hierba seca en medio de un ventarrón. Los burros viejos colombianos, por ejemplo, desde hace algunos años venimos viendo cómo las dinámicas salvajes del libre mercado han querido desaparecer el legendario corinto –una de las pocas variedades locales con denominación de origen- para imponer las potencializadas y más rentables cepas conocidas como creepy.
Aunque a fuerza de pulmón los fumones de antaño hemos sabido resistir los embates anticorintianos, hoy somos testigos de la forma en que los estándares comerciales destruyen otra de las leyendas fundacionales de la fundimia local: el cigarrillo Mustang. Para pesar del marihuano, la marca, creada en 1976 y que tiene una participación del 20% en el mercado colombiano, dejará de comercializarse y será reemplazada por una nueva: Rothmans, según informó la compañía fabricante.

EL MUSTANG Y YO
A pesar de no ser fumador de tabaco, mi relación con el Mustang ha sido constante desde hace muchos años por una simple razón: soy marihuanero. Por su precio, la facilidad para conseguirlo –lo venden en todas partes, a diferencia, por ejemplo, del Piel Roja- y otras características, el ‘mustican’ me ha acompañado desde mis primeras trabas, cuando no sabía pegar el porro y debía desocupar uno de estos cigarros con cuidado de no romper el papel para luego, en una dispendiosa labor casi de prestidigitador, rellenarlo con hierba previamente trillada hasta el polvo; el viejo retacado.
Más tarde, cuando mis cualidades de armador mejoraron y aprendí a desarmar el cigarro para con su cuero armar el bareto, el cigarrillo del caballo siguió acompañando mis trabas por tres fuertes razones: una, era de los cigarros más baratos que vendían, y aunque valía lo mismo que algunos mentolados, lo prefería porque el papel de estos altera el sabor del porro; la segunda, era fácil de despegar, tanto que muchas veces no había ni que utilizar saliva para lograrlo –algunos lo abrían por cesárea, sin humedecerlo y haciendo un corte lineal a mano sobre la franja del pegante-; y la última, tenía el tamaño ideal para una traba de unos pocos plones, por lo cual es perfecto para trabarse en intervalos breves, como un cambio de clase, un receso para el café, etc..
Un Mustang desocupado listo para ser 'tacado'.
A la marca, además, se le atribuyen otras bondades bareteras. La primera, la práctica de fumarse un Mustang –ojalá rojo- después del porro para “subir” la traba. La otra, la posibilidad de convertir el brillante –el papel metalizado que recubre la cajetilla por dentro- en un gran cuero mediante una complicada extirpación de la sección de aluminio.
Inclusive, los aportes de este cigarrillo a la marihuanidad llegan hasta el campo lexicográfico, pues el término “un mustican” fue convertido por el fumón de a pie en una unidad de medida que designa a la cantidad de bareta necesaria para llenar un papel de Mustang desarmado. La expresión “véndame un mustican”, se acuñó entonces para pedir un moño pequeño para el desvare -el equivalente al contemporáneo “véndame una luquita”-.

Por todo lo anterior, no se puede negar que el Mustang ocupa un lugar importante en los anales de la historia de la quema de bareta en Colombia, capítulo que se termina este año con la desaparición del ‘mustican’, pero que los burros viejos añoraremos cada vez que el salvajismo del mercado no nos deje otra opción que pegarnos un bareto de modificada creepy en un insípido papel de Rothmans.

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